Sepultura y olvido en el Biomuseo

LAS SIGUIENTES seis visiones (tres por obra) son el resultado del taller de corpoescrituras 2022, que se da en el marco de la versión número 11 de PRISMA—Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, que se realiza en la ciudad capital panameña entre el 7 y el 16 de octubre de 2022, tanto en salas como en espacios alternativos. Cabe destacar que el 50 % de las presentaciones son de carácter gratuito.

Las obras comentadas, Burial of the Bark y Cartografía del olvido, la primera del español Yoshida Akura, la segunda de la panameña Stephanie Lee, se presentaron el sábado 8 de agosto en el Biomuseo de la Calzada de Amador, a las 4:30 p. m., contra viento y lluvia, secuelas de una tormenta tropical formada en el Caribe colombiano.

Fue sorprenderte ver la sed de danza que se veía en los asistentes, que oscilaban entre las 280 y las 300 personas, lo cual habla del alto nivel de convocatoria que PRISMA tiene entre la gente, espectadores de lo más variopinto, receptivos hasta la ternura de las propuestas ofrecidas.

De vuelta al taller, que fue dirigido este año por el poeta y corpoescritor Salvador Medina Barahona, editor del blog desde 2018, se debe anotar que este se dio a partir del miércoles 5 de octubre, con el repaso de los conceptos y prácticas compartidos entre 2017 y 2019 por los maestros Bertha Díaz (Ecuador), Mercedes Halfon (Argentina), Omar Khan (España) y Noel Bonilla (Cuba). En la segunda jornada se revisaron entradas del blog de las diversas versiones de PRISMA, para hacer una autoevaluación y potenciar la buena praxis. El paso siguiente era ver las piezas mencionadas en el Biomuseo y, finalmente, escribir una reseña-crítica-comentario, puente entre los que asistieron a la puesta y los que no.


BURIAL OF THE BARK

Sin rumbo

Por Esther Arjona

Es angustioso saber que el camino que uno tiene que seguir está congestionado. La presentación arranca a las 4:30 de la tarde, el reloj avanza, faltan pocos minutos y la Avenida de los Mártires se encuentra totalmente saturada con autos que salen de la ciudad de Panamá. La ruta hacia el Biomuseo en Amador se pinta larga, aunque falten pocos kilómetros. Una lluvia suave pero persistente hace más tortuoso el camino.

Pero debe ser más angustioso aún partir y no saber hacia dónde. Es el sentimiento que Akira Yoshida plasma como intérprete y coreógrafo en la obra Burial of the Bark, que se presentó el sábado 8 de octubre en el marco de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá.

Akira Yoshida llegó a ser un gran competidor de breaking, logrando más de 60 premios en países de Europa. A los 23 años empieza su transición a la danza contemporánea y a las artes escénicas y realiza sus estudios artísticos en Salzburgo. Español, con ascendencia japonesa, desarrolla su propio trabajo y colabora con otras compañías.

Justo llego al atrio para encontrarme la escena de un hombre, solo, con una maleta, que deambula sobre el escenario temporal ubicado en el centro del espacio diseñado para que el visitante esté envuelto en la naturaleza circundante. Y, sí, en esta ocasión nos tocó, de primera mano, percibir la lluvia que llegó a humedecer público, escenario y bailarín. Esa lluvia ayudó un poco a hacer más evidente la angustia del personaje que, sin rumbo definido, trata de encontrar un sentido. La música (Donald Beteille/ Godspeed You! Black Emperor), que por momentos llega a convertirse en un desagradable feedback efecto Larsen, plantea incertidumbre.

El hombre abre la maleta, echa mano de un libro que no le ofrece sosiego. Lo suelta… Saca una pequeña silla en la que no encuentra descanso. Sigue moviéndose, a veces de forma muy agitada, en otras, con un poco más de calma; pero nada logra sacarlo de su ansiedad. Al final saca una chaqueta, lucha para ponérsela y momentáneamente se siente abrigado, protegido.

Sin embargo, su angustia no termina. Se arrastra, gira. Es evidente el pasado de Akira Yoshida en el breaking. Con gran agilidad recorre todo el espacio dejando estelas de humedad generadas por la lluvia. Vuelve a guardar sus pertenencias, abraza la maleta; en algunos momentos, la suelta. Pero retorna a ella, así como todos regresamos a nuestros apegos.

¿Dónde ir?, ¿qué rumbo tomar?, ¿qué me hará falta en ese camino? A veces la desesperación lo lleva a gritar, de repente se calma, logra recomponerse, camina con seguridad, hace algunos giros rápidos que llegan a levantar la maleta por los aires.

Bajan las revoluciones, se sosiega. Eso tal vez lo ayude a trazar un rumbo.  





Vete, vete, go!

Por Alejandro Schoffer Kirmayer


El cielo cubierto por un telón por rasgarse y el viento con olor a lluvia nos hacen encogernos hasta el punto de tiritar.

Son las 4:30 de la tarde del 8 de octubre de 2022 en el Biomuseo de la Ciudad de Panamá.

Burial of the Bark es la pieza que presenta el coreógrafo e intérprete español Akira Yoshida para la 11 edición de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá.

El público llega justo o tarde para sumergirse con un personaje que divaga en su soledad con una maleta, una silla y lo que parece ser un diario.

El viento crece y el personaje es un viajero sin rumbo en un escenario cuadrado desde el cual se pueden ver diferentes lugares de la ciudad. ¿Un inmigrante quizás? Hace frío y la maleta es una guitarra a la que acaricia, ¿una amante?, ¿la familia?

Quizás la maleta es lo último que le queda. Desde el piso se mece el intérprete entrelazando sus piernas. Las manos y los brazos dibujan en el aire y el sonido, parecido a un pitido, hace que experimentemos incomodidad. Pareciera querer retomar el posible diario con el fin de escribir o releer su pasado; pero lo evita y se irrita y vuelve junto a la maleta a descansar.

Hay momentos en que quiere decir algo, pero no logramos escucharle. Él en realidad no logra comunicarse con nadie. No logra asentarse en ningún lugar.

En un momento dado, no hay música y pareciera que camina sin ser consciente de su destino, como si esperara un tren, o un autobús. O simplemente es un indigente que duerme en un aeropuerto.

Se encuentra y se pierde en sí hasta el punto de querer abandonar a la maleta. «Vete, vete, go!, vete, go!», insiste nuestro personaje; pero esta que no se va y él que insiste y vuelve a ella, la acaricia, no puede soltarla. Y no queda otra que seguir su camino. Andando, como el personaje de Raskolnikov en Crimen y castigo, de Dostoyevski, sin rumbo por las calles de San Petesburgo. Camina porque quizás no quede otra cosa que caminar. Camina hacia adelante, hacia atrás, hacia un lado y a veces se detiene.

Después hay una nueva transición, y Akira baila y vuela con la maleta; vuela y baila ella junto a él. Hay una mínima alegría, una intimidad con lo único que le queda. ¿A dónde ir? Hasta que finalmente se escuchan los aplausos y Akira saluda aliviado y sonriente.




El día en que perdimos la cordura

Por Thyrza Guerrero


Una tarde lluviosa fue el complemento perfecto para que el Biomuseo se convirtiera en el escenario de la presentación del solo Burial of the Bark, del pamplonés Akira Yoshida. La pieza forma parte de la programación de PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su edición número 11.

Akira Yoshida inicia su carrera bailando break dance con sus amigos. Con el tiempo, comenzó a competir, obteniendo más de 60 premios en España, Francia y Austria. A los 23 se marchó a Salzburgo para formarse en danza contemporánea. Cuatro años después fue seleccionado para actuar en el Festival de Edimburgo, la cita de artes escénicas más importante del mundo.

Antes de adentrarnos en el viaje que nos propone Yoshida, es importante recordar que para disfrutar la danza contemporánea hay que alejarse de toda atadura y prejuicio. Simplemente dejarse llevar, permitirse sentir y no buscar porqués o explicaciones. Es un mundo libre y las respuestas llegarán solas, a través de la emoción. Situémonos frente a un gran canvas en donde los movimientos de Akira Yoshida irán develando una gran obra de arte.

Es octubre, uno de los meses más lluviosos de Panamá. Imagínese que está en un espacio no convencional y la lluvia invade tímidamente la escena creando una atmósfera gris. Allí frente a nosotros, hay un cuerpo totalmente articulado y comunicativo que pretende hacernos cómplices con sus movimientos. Además, vemos una maleta, una pequeña silla, de repente un saco y un libro, elementos que acompañan la travesía de Yoshida en su mundo de desconexión que nos propone con la pieza Burial of the Bark.

Yoshida usa el cuerpo de manera eficiente para ganar impulso, ligereza, cambios de nivel, control de la cadera... De este modo logra transmitir momentos de dolor, felicidad, ambigüedad; es un viaje a través de sentimientos. Una relación casi obsesiva con su maleta, su cómplice fiel, que le acompaña a todas partes y en donde encuentra un saco quizás para cuando hace frío, un libro en donde busca, sin encontrar, verdades que lo aferren a la realidad y una silla miniatura que le permite descansar.

Al final, Yoshida se adentra en caminos incomprendidos hasta terminar sumergiéndose en un laberinto circular del cual no podrá escapar. Y con él, luego de pasar por momentos de esperanza, también nosotros terminamos dando vueltas en una calle sin salida, sintiendo que ha llegado el día en el que perdemos la cordura.

En la propuesta de Yoshida, se observa una fuerte influencia del breakdance y de la danza contemporánea; pero es innegable que por momentos no pareciera estar presente ninguna de ellas y la teatralidad de Yoshida se apropia de la escena. Movimientos que van más allá de la danza, gestos, uso de las manos y la respiración complementan los movimientos en escena que el artista usa para recorrer caminos, perdiéndose y encontrando nuevas direcciones en el horizonte.







FICHA TÉCNICA
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CARTOGRAFÍA DEL OLVIDO



Una habitación llena de recuerdos 

o el sueño de un sueño

Por Félix Ruiz Rodríguez

En la segunda jornada de PRISMA―Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, versión 11, la agenda de actividades nos llevó al emblemático Museo de la Biodiversidad. Allí se presentaría la obra Cartografía del olvido de la panameña Stephanie Lee.

El público bajó rápidamente las escaleras desde el vestíbulo del lugar hacia las raíces del museo, donde sería la presentación, procurando no perder el rastro del grupo que se adelantaba o posiblemente evitando mojarse por la lluvia que nos cobijó la tarde de este sábado 8 de octubre en la Ciudad de Panamá.

Al llegar, nos encontramos con Lee de pie, mientras que su compañero de fórmula, Milko Delgado, permanecía recostado contra el muro. Ambos, en una constante espera: de nosotros, quizás, o de los caminos al recuerdo o al olvido.

Vestían ropas en tonos pálidos y maderables, que se mimetizaban con los muros grisáceos de los cimientos del Biomuseo. De pronto, ese espacio refugio/intemperie se transformó en una habitación profunda sin ventanas, cuyos recuerdos pierden el color y el sonido con el tiempo, hasta desaparecer: «gritos sordos en un cuarto en tinieblas» a los que se refiere la creadora e intérprete al describir su trabajo.

La risa del público, pillado llegando tarde a la puesta, pareció ser un recuerdo adicional que se esfumó como un eco. El viento y la lluvia copulaban en una danza efímera que se reflejaba en el ropaje de aquellos dos cuerpos y de unas hojas secas que yacían en el suelo. Estas últimas golpeaban contra la pared, como si intentaran permanecer (fosilizadas) en la obra gris que sostiene la infraestructura diseñada por Frank Gehry.

El clima resultó apropiado. Le imprimió cierto carácter a la pieza, a esos retazos de recuerdo con los que el dúo, acompañado con la música del colectivo La vaina ambiental (Carlos Quirós y Jason Berger), construyó un mapa de momentos.

La musicalización, producida por los bowls tibetanos, un handpan, una guitarra, un bajo eléctrico, el contrabajo acústico y la kalimba, creaba la atmósfera ideal: fría, intimista, distante, pero dependiente.

Después de todo, la memoria son esos muros que nos cobijan, es una habitación gris que ve pasar días soleados o tempestades. Y justo allí habíamos llegado, explorando la cartografía del olvido, con el viento susurrándonos.




Los bailarines parecían despertar constantemente del sueño de un sueño. A través de aislamientos corporales, alongamientos lentos, contact, trabajo de piso y repeticiones, luchaban por seguir el rastro de «un recuerdo borroso», que incluso trataban de reescribir en la pared o en el piso.

La lluvia arreciaba y algunas hojas sobrevolaban el piso, una vez más. Replicaban la pertenencia de los dos cuerpos en movimiento, que sucumbían el uno sobre el otro. La rutina de los bailarines, al igual que los recuerdos, después de tantas vueltas, de divagar y de andar, siempre regresa a la pared para grabar lo que ya no es tangible: los cuerpos, los nombres y los murmullos; antes de que los charcos inunden la estancia y borren el rastro hasta del saludo final.



¿Qué es la memoria?

Por Getzalette Reyes


En palabras sencillas se pudiera decir que la memoria es la facultad del cerebro para retener y recordar sucesos del pasado
, sean sensaciones, impresiones, sentimientos o ideas concretas.

Y es a partir de este concepto que la coreógrafa panameña Stephanie Lee presentó, la tarde del sábado 8 de octubre de 2022, la obra Cartografía del olvido, en el Biomuseo de Amador. Esto, como parte de las actividades gratuitas que ofrece PRISMA—Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su edición número 11.

De inicio a fin, la obra constituye una reflexión, desde el cuerpo, sobre la insistencia de recordar... de la memoria personal y colectiva.

La ejecución de Lee y de su acompañante, el performer panameño Milko Delgado, captaron la atención del concurrido público que no quiso perderse ni un detalle de la puesta en escena, muy a pesar de la fuerte brisa y la llovizna de esta tarde del mes de octubre. Los asistentes buscaban en ocasiones refugio, sin perder de vista lo que transcurre en esta Cartografía del olvido.

Lee, responsable de la obra, fue la primera en salir a escena con sutiles movimientos que luego se fueron intensificando. Un contrabajo, un bajo eléctrico y una guitarra acompañan sus desplazamientos. Lo que proviene de estos instrumentos transmite calidez, relajación. Y, a la par del sonido de la lluvia, transporta al espectador al mensaje mismo de la obra: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?

En una parte de la obra, el sonido varía y la bailarina parece estar en una búsqueda incesante; se reencuentra con su compañero, descansan el uno sobre el otro; también hay abrazos. Prosiguen los movimientos sincronizados de la pareja. Ambos aprovechan al máximo el espacio que tienen entre las tres columnas de cemento de este espacio alternativo del Biomuseo. La música es un elemento exquisito.

Cartografía del olvido tiene que ver con recordar, con la vida misma, con no perder la identidad y memoria. Así lo resume Lee, al final de esta presentación.

En su desenlace, como era de esperar, no faltaron los prolongados aplausos del público. «Me conmovió», fue la reacción de una de las jóvenes asistentes a la puesta en escena. «Todo lo hicieron al unísono. Se nota que disfrutan al máximo de este momento», comentó, por su parte, un agente policial que custodiaba el lugar.

Lee, ganadora del concurso nacional de coreografía «Nuestros Creadores» (2014) con la obra Des-calza, no tuvo más que palabras de agradecimiento por el respaldo recibido en esta actividad de PRISMA 2022: «Estoy contenta de que hubo una buena recepción del público, a pesar de la tormenta... No hay función perfecta. La lluvia le dio un elemento adicional a la puesta, lo que la hace única. Mañana no va a haber la misma brisa, ni la misma temperatura. Me quedo muy contenta con este regalo del día de hoy», concluyó la bailarina y coreógrafa panameña.





¿Cómo dibujarle rostros al olvido?

Alex Mariscal


Hoy sábado 8 de octubre a las 4:30 p. m., en el Biomuseo, de la ciudad de Panamá, PRISMAFestival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su versión décimo primera, presentó a la coreógrafa panameña Stephanie Lee con su obra Cartografía del olvido.

En la planta baja del Biomuseo, unos doscientos cincuenta espectadores se integraron a la sinfonía en lluvia sostenuto y brisa forte inpertinente para apreciar la pieza. Cada una de las escenas, construidas básicamente con una corta frase de movimientos, nos hablaba de los recuerdos.

Antes de la presentación, Stephanie Lee me comentó que su trabajo inició con una estructura dramatúrgica básica que compartió con el intérprete Milko Delgado y los músicos Jason Berger, quien ejecutaba el handpan, instrumento con un referente al steel pan de Trinidad y Tobago. Por su parte, Carlos Quirós estaba a cargo del contrabajo y el bajo eléctrico. Con un mapa dramatúrgico como guía, iniciaron las improvisaciones. 

El motivo, dice Stephanie, lo tomó de Kierkegaard, autor que plantea: «La vida solo puede ser entendida hacia atrás, pero se debe vivir hacia adelante». Con esa idea del filósofo danés, comenzó con Milko Delgado y sus músicos a deshilar la invisible madeja de la memoria.

Stephanie ha estudiado en varias instituciones de danza, ha bailado profesionalmente para Cia. Gramo Danse, Cia. Wa-táa, bajo la dirección de Omaris Mariñas, Marlyn Attie, Omar Carrum, Fernando Hurtado, Martha Bosch y Colectivo PATACóN. También ha particpado en festivales de danza en México, Panamá, Honduras, Costa Rica y Chile, y fue galardonada con el concurso nacional de coreografía «Nuestros creadores», 2014.

En la puesta, la integración de la música ambiental en vivo, acompañada por la «orquesta cósmica de ola tropical», aportó una textura inusual a las seis escenas de la pieza. Cada una son variaciones que intentaban trazar los rastros del recuerdo. 

En su ejecución, ambos bailarines regresaron a los sueños y al olvido. Inventariaron trazos de una cartografía para traer al presente sus memorias. Al parecer fue un viaje que terminó inventando nuevas rutas, cada vez más hermosas y sublimes, a ese mapa de humo.

«Por más que tratemos de recordar, y aunque lo logremos, un evento, un rostro o un objeto del pasado, nunca se experimentará con la misma sensación de la primera vez», afirma la coreógrafa. Me recordó el diálogo de uno de mis personajes, en mi obra teatral Desparecidos: «Todo es valioso en su momento y fuera de su momento las cosas más valiosas se convierten en nada. La memoria es igual: no es una cosa, pero funciona igual».

La ejecución fue honesta y sembró en mí muchas preguntas. Además, la doble música, la del medioambiente y la «ambiental» ejecutada en vivo, enriquecieron la sutilidad y sensorialidad de esta pieza.


FICHA TÉCNICA

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Fotos de Raphael Salazar


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