«Palabras de cierre» en Diablo Rosso

 

La invitación del Festival PRISMA a salir…

Fotos Eduard Serra/Raphael Salazar


Por Félix Ruiz Rodríguez

El viernes 14 de octubre nos fuimos a Diablo Rosso, ubicado en la Avenida Central de la capital panameña, donde apreciaríamos la instalación «Palabras de cierre», del colombiano Mateo López. Esta exposición forma parte de las actividades en torno a PRISMA—Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá, en su versión 11.

Una vez allí, veíamos en las paredes blancas una serie de obras sobre papel enmarcadas por cuadros de madera. Trazos «simples» (perpendiculares, rectas paralelas, rectas secantes y curvas), el espacio y el movimiento de las figuras humanas que cohabitaban con la obra.

Las «mariquitas» (figuras humanas de papel usadas en arquitectura, que también llegaron a ser juguetes de antaño, antes de la hegemonía de las muñecas de plástico) apelaban a la tridimensionalidad, en un gesto inconforme de permanecer en planos sin profundidad ni volumen. Mateo López llevó el asunto más allá, porque no solo era manifiesto el relieve en las formas, sino que además usó la lateralidad de estas figuras, que tradicionalmente son frontales.

Al terminar de examinar cada dibujo y forma en los cuadros, nos descubrimos siguiendo el rastro de los patrones y colores en el resto de las paredes: éramos parte de la obra de López, que nos permitió la experiencia de sentirnos dentro de ella. La galería en su conjunto parecía ser uno de sus cuadros y nosotros representábamos a  sus «mariquitas» dentro del lugar.

Un hilo rojo se convertía en una línea dibujada en los muros que nos rodeaban o viceversa. Una cinta métrica calculaba nuestras distancias y dividía la pared, en una especie de frontera entre el dibujo y la realidad. El trabajo del colombiano «reflexiona sobre los límites del campo del dibujo, mediante la abstracción, la sinergia entre disciplinas y las expresiones del cuerpo».

La obra en general de López trae a la memoria esas notaciones gráficas de la danza y los patrones escénicos, que servían para dar registro de las creaciones coreográficas o aquellas figuras para identificar las nueve líneas del movimiento de las que nos habla Lulu Sweigard en su concepto de la «Ideokinesis». En este sentido, incluso, la exposición contaba con un código QR que contenía información y algunos movimientos para ser repetidos por el espectador, en una suerte de rutina coreográfica.

La gente se fue aglomerando en el lugar. El ruido de las conversaciones cruzadas era cada vez más ensordecedor. Mientras, en una pantalla con marcos de madera (reiteración de los cuadros en la pared) los planos y patrones de la obra cobraban vida en una interacción sin fin: arrojaba palabras que no necesariamente tenían un orden; pero que eran las palabras de cierre del autor, buscando materializarse más allá de las paredes del sitio.

El público se calla. Alguien advirtió que el performance de Paulina León, bailarina panameña invitada por el artista colombiano, había iniciado. Con aislamientos corporales en una barra incrustada en la pared, la joven arrancó su desplazamiento por el lugar. Se abrió camino hacia la pantalla, donde observó con detenimiento la geometría danzante de López, cuyas palabras se convertirían en una invitación a salir de los espacios habituales.



A lo lejos se oye el repique de una percusión. El llamado fue resuelto por la bailarina, que salió rápidamente de Diablo Rosso rumbo al gazebo histórico del Parque Santa Ana, donde esperaba un joven sentado con su batería. Los asistentes rodearon el lugar procurando tener la mejor vista para la parte final del acto, donde las improvisaciones de León dialogaban con los sonidos de la percusión. Pero la panorámica sin duda la poseían aquellas palomas que asistían curiosas a la escena.

«No todo pasa en el papel, también hay una fisicalidad en el espacio de trabajo», me comentó al cierre Mateo, recordando la coreografía provocada por el proceso creativo.



A MODO DE FICHA TÉCNICA

Mateo López (Bogotá, 1978) expande su práctica a través de instalaciones, arquitectura, video, animación y coreografías escultóricas. Su trabajo especula sobre la percepción del tiempo y la construcción de las ideas. Le interesa el proceso de creación orientado a la colaboración y desde diversos caminos de pensamiento.

Para esta exposición, López invitó a la bailarina Paulina León (Panamá, 1998) a ser parte de este proyecto, con el propósito de dialogar con las obras y habitar el espacio expositivo.


Visite el sitio de DIABLO ROSSO pulsando en la imagen:


Este blog se edita con el apoyo de






Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sepultura y olvido en el Biomuseo

Los límites del cuerpo en la danza

Hidden: «el retorno de lo reprimido»