Cinema danzante

 

Fotos de Eduar Serra/Raphael Salazar


Por Alejandro Schoffer Kirmayer

El público sentado en las butacas del Teatro Ateneo de la Ciudad del Saber está inquieto. Son las 8 de la noche del 13 de octubre y hay ambiente de festival. Estamos ya mar adentro en la versión número 11 de PRISMA—Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá. La función de la compañía Dual Rivet, de Estados Unidos, iniciará de un momento a otro.

La pieza, Bear (v.), ha comenzado con una imagen cálida cuyo foco es una percha de madera en la que se sostiene una gabardina. Hay una maleta de un rosa-viejo en el piso y unos zapatos de mujer. De fondo, el sonido como de una radio mal sintonizada.

Chelsea Ainsworth y Jessica Smith aparecen de manera intercalada. A modo de loop hacen que el espectador sienta que se trata de una sola mujer. Las dos, del mismo tamaño, tienen el pelo largo, visten de un verde intenso, se ponen los zapatos y la gabardina y salen y entran de la escena. Una y otra vez la misma secuencia. Las dos, cada una a su tiempo, interactúan con la maleta que está vacía, que a veces pesa o parece un imán que no se puede mover del suelo.

Suena It´s Now or Never, de Elvis Presley, y el juego con la maleta continúa. Cuando una de las dos introduce la cabeza en ella, el volumen de la música se escucha bajito.

Las dos mujeres se turnan en la escena hasta que se reencuentran y, debido a la sincronicidad de movimientos, nuevamente nos da la impresión de que son una sola.

Otra vez el sonido intenso de una radio mal sintonizada y la maleta ahora parece ser  un bebé o la cama o un viaje íntimo en un apartamento.

Hay sensualidad en la noche cuando esta cae. Luz cálida… ¿una película? Hay caricias, leves movimientos hasta que una se desmaya. Suena una canción en francés: Ne me quite pa, de Nina Simone. Una se aleja de la otra y la otra se aleja de la una, y me viene a la mente el «Poema 12» de Oliverio Girondo:

Se miran, se presienten, se desean, 

se acarician, se besan, se desnudan…

Las dos intérpretes hacen volteretas. Una noche íntima con vino. Una mañana con resaca y vuelta a iniciar. Una quiere llegar a ella pero resbala y el poema que resuena con otras palabras: se persiguen, se consuelan, se rechazan... Y las volteretas de nuevo. Y se aceptan o se evitan otra vez en un apartamento en Nueva York. 

Suenan trompetas. Es Mahala Rai Banda. Y hay deseo, fortaleza, vértigo, miedo, piruetas, abrazos, la cima… Hasta que caen y surge una canción; esta vez de los años sesenta. Parece ahora que viene una despedida. Parece que llueve y, como en una película danzante, llegamos al fin. Una sale; la otra, detrás, y la percha con los zapatos quedan solos en escena, como cuando todo comenzó.

«Las dos somos parte de la misma persona en diferentes periodos de vida», dicen las intérpretes en un breve conversatorio al final de la puesta. «La obra se fue transformando, sobre todo con la pandemia. Decidimos vivir juntas y en los años 2020 y 2021 logramos presentarla unas cincuenta veces en un rooftop de Nueva York», concluyen.



FICHA TÉCNICA. Pulsar la imagen:


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