¿Katas para entrenar a los sobrevivientes?

Fotos de Eduard Serra y Raphael Salazar


Por Alex Mariscal

PRISMAFestival Internacional de Danza Contempránea de Panamá, en su versión once, liderado por Ximena Eleta y Analida Galindo, presentó el lunes 10 de octubre a las 8:00 p. m., en el Teatro Nacional, la pieza Adama, del español Mario Bermúdez Gil, quien es el director artístico y coréografo de la compañía Marcat Dance.

De este coreógrafo se dice en la Web que inició su formación a los 20 años en el Centro Andaluz de Danza en Sevilla (España) y que sus coreografías han sido interpretadas por otras companías de danza muy reconocidas. Que ha bailado en prestigiosos teatros del mundo y ha sido merecedor de numerosos y destacadísimos premios por su trabajo.

La escena en el Teatro Nacional abre con luces cenitales, como un sol que estira sus delgados brazos por pequeños orificos de las densas nubes. La luz tenue dibuja un lugar tibio pero brumoso. En esa atmósfera indefinida, que pareciera desértica, los tres ejecutantes, el propio Mario Bermúdez, Catherine Coury y Marilisa Galliccio, despliegan sus aguerridos cuerpos. La secuencia está compuesta de pocos movimientos, pero son ágiles, fuertes y rápidos; obligan a los cuerpos a los giros y a retomar nuevamente la secuenica de sus katas. Estas variaciones de la primera frase se reiteran cada vez con mayor dinámica, con mayor energía, como si fueran guerreros que entrenan para una batalla crucial.

Uno se pregunta de qué trata esta pieza. ¿Son solo jóvenes jugando? ¿Es el ritual de una cultura que se prepara para defender sus fronteras? ¿Son árboles que se desprenden del suelo en busca de la poca luz solar? En la página del festival se sugiere que al estilo de Bermúdez lo caracteriza la fisicalidad y sensorialidad del movimento. Estos ejecutantes no se dan descanso. La energía y la estamina de los tres personajes que interpretan solo tienen pausa breves, cuando caen. Luego respiran y se levantan, o son levantados por los otros.

La música de cuerdas es continua como un manto azul y profundo que cubre todo el espacio, bordada, a veces, con los hilos guturales de un instrumento de caña. ¿Un sax, un fagot? Por supuesto, no faltó el épico tambor, que acentuó la dinámica y tempo-ritmo del espectáculo.

Como suele ocurrir muchas veces al contemplar danza contempránea, en Adama no podemos definir con exactitud el asunto. Pero la fuerza interpretativa, la concentración, los trazos limpios pero agresivos de los cuerpos, su apego al suelo y la atmósfera desértica-cálida-brumosa mantienen cautivo al espectador, yo entre ellos, y disfrutamos la totalidad de la pieza.


Marcat Dance me hizo viajar a paisajes misterioros, asistir a rituales de iniciación y me hizo pensar en la sobrevivencia. Y, mientras trazo estas líneas, los tres personajes siguen girando en mi imaginario, y ya no me preocupa saber cuál es el tema, o si bailan sobre arena, o sobre tierra, o si luchan o juegan. Lo crucial es que me involucraron en ese ritual lúdico y agresivo del universo de Adama. 


FICHA TÉCNICA. Pulsar la imagen:

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